Tuesday, December 30, 2008

LA GARROCHA PARA EL SALTO

A mediados de abril de 2008 un amigo empresario, Adán Camacho, me hacía referencia telefónica acerca de las aspiraciones a optar a la gobernación del estado de otro amigo suyo y quien a su juicio, estaba requiriendo de cierto apoyo para facilitar una reunión de planificación estratégica de su campaña. No porque yo fuera experto en la materia de campañas electorales, sino por facilitar con éxito reuniones gerenciales para planificación y toma de decisiones. Adán me contactaba sobre la base de su participación en una jornada que había tenido yo el privilegio de facilitar para el gremio del que él era directivo.
Nos pusimos de acuerdo y sostuvimos una primera reunión, preliminar, con un grupo de profesionales que inicialmente lucían como el equipo de campaña del amigo candidato.
Entre vasos de agua y vino, y eso sí, tremenda atención, transcurrió la reunión exploratoria con estos caballeros. No había dama presente, lo cual no fue impedimento para que el lenguaje fuera de altura, intelectual, constructivo. Recuerdo que me dije “¿si la política es así, dónde estamos fallando?”
Sin embargo, la experiencia en el manejo de este tipo de actividades me hizo concluir que el equipo estaba desvinculado a la realidad social, aquella más allá de la urbanización protegida y de las necesidades cubiertas. Recuerdo una frase en particular: “tenemos el plan de gobierno para cualquier candidato, contamos con éste desde hace más de 8 años, lamentablemente los gobernadores no han querido entender y mucho menos llevarlo a la práctica”. Con semejante premisa, algo en el plano de las comunicaciones y negociaciones con la gran audiencia requería revisión inmediata.
De allí, en honor al anfitrión, le comenté en privado mis apreciaciones sobre lo que debería hacerse, todo en el plano de la conformación de un equipo de alto desempeño, con roles claros y metodología para la elaboración de planes consultivos con la población sujeto de su futura aplicación.
Transcurrido un par de meses sin mayores contactos con este grupo, Adán volvió a contactarme para esta vez presentarme a su amigo, el candidato.
Nos reunimos en una panadería. Exploramos de ambos lados las agendas de cada quien. Compartí con El Candidato mis apreciaciones de lo que debería ser una gerencia pública y sobre mis motivaciones… ”la cual aceptó”.
Fui entonces invitado a su “comando de campaña”. Nunca en mis 51 años de edad había pisado, olido ni tocado, el ambiente de un comando de campaña. La adrenalina era bombeada más rápido que en condiciones ordinarias. Fue una conversación cordial en la cual le expresé que mi condición de apoyo era el respetar la palabra que ofreciera al electorado, basarse en las mejores prácticas de relaciones interpersonales y no caerle a muela a nadie, es decir: practicar la prédica.
Surgió la primera invitación a una reunión del comando de campaña: a las 4 pm de ese día. Estaba por dar mi primer salto de garrocha en la política regional dentro del panorama nacional. Estaba sencillamente a la expectativa de cómo podría ser mi contribución.
Durante la campaña electoral, las ciudades lucieron toda clase de ofertas que en buena medida, no pasaron de una foto del candidato. La oferta de acciones concretas de cara al electorado, estuvo ausente en la mayoría de los casos.

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