Tuesday, December 30, 2008

UN SALTO DE UN CIUDADANO A LA POLITICA

Hoy, Día de la Chinita, 18 de noviembre de 2008, recibí la invitación de mi amiga, Migdaly Rojas, para que escribiera mi novel experiencia en eso que llamamos “política” y que ha despertado un gusto (amargo a veces, dulce en otras) en los últimos 10 años en Venezuela.
¿Qué puede tener de interesante este ensayo?
Imagínese que usted es una persona promedio: le gusta tener sus necesidades cubiertas, nada del otro mundo; vivir con una familia que por generaciones ha sido educada en valores como el trabajo, el estudiar, la disciplina, respeto a mamá y papá, etc. Suponga por un momento que jamás le ha faltado algo realmente importante: una familia, amistades a toda prueba, satisfacciones profesionales, una referencia excelente en sus ocupaciones… en fin, un ciudadano promedio.
A esto le podemos agregar que cuenta con unos ingresos estables, frutos de su ahorro y trabajo familiar. Se pudiera preguntar, como en una pieza publicitaria, “¿qué más podemos pedir?”
Mi salto a la política lo doy en ese ambiente generalizado en Venezuela, donde en cada reunión de lo que sea (trabajo, familiar, velorio, etc.) surge el comentario político, donde “los otros, que no los míos, tienen la culpa de lo que pasa”. Más aún, cuidado con estar en el otro bando, pues de inmediato quedas marcado como cualquier ser nefasto. “Un registro de la lista Tascón” cualquiera.
Lo anterior lo pienso un poco mejor y me digo: de repente no es tan así pues con el tiempo, con algo de dinero y relaciones, volverás a ser considerado como “todo un señor”. ¿O acaso esta no es la realidad en nuestra sociedad?: de la noche a la mañana salen fortunas inexplicables por el trabajo honesto, por una inversión rentable. Todos se hacen la vista gorda. Son los primeros “chicharrones” en saludar a estos “deshonestos igual que quien les saluda”. ¿Es que vale la pena preguntarse: vivimos o no en una sociedad de cómplices?
Así pues, puede resultar interesante explorar al menos la visión y la experiencia personal de alguien que como yo, decidió un día asumir el costo de incursionar en la política, cargado de un portafolio de sanas intenciones, como la de promover el respeto, el lenguaje y prácticas de altura, en procura de construir lo que mi amiga Migdaly denomina “una sociedad decente”.
Simplemente le animo a leer entonces este ensayo, e invitarle a ver “el otro lado del discurso democrático de algunos “hacedores” de sueños en la vida política de Venezuela. Eso sí, todo lo que escriba, estará soportado de referencias, de testigos, de documentación. Porque me sigue importando el mismo conjunto de valores que he querido aportar al “juego político”.

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