Tuesday, December 30, 2008

LA RECETA DEL 23-E: CANDIDATOS UNITARIOS

Avanzaba el mes de mayo y la matriz estimulada por voceros de partidos políticos nacionales, potenciada por comentaristas y moderadores de espacios de opinión en radio, televisión, periódicos e internet, colocaban como premisa sine qua non para ganar las elecciones regionales al oficialismo, la llamada “unidad”. Sí, el planteamiento lucía demoledor:
Sin unión, el oficialismo se perpetuará, se impondrá un modelo de estado que no queremos (¿quiénes no lo quieren?). Está en juego el futuro democrático del país. Por eso, habría la necesidad de conciliar, de llegar a acuerdos, para obtener candidaturas únicas, tanto para gobernaciones, alcaldías como en consejos legislativos regionales.
Para mayor compromiso, el 23 de enero, fecha emblemática, los partidos políticos nacionales, adversos al oficialismo, habían suscrito un Acuerdo de Unidad que entre tantas otras formalidades, puntualizaba que las candidaturas unitarias se procurarían mediante alguna de estas vías: (1) consenso, (2) primarias, o (3) encuestas. Lo importante pues, era el objetivo de las candidaturas unitarias para “debilitar a Chávez”, perdón, para defender la democracia.
Es por todo ello que en el país se dispararon dos enfermedades: la “reunionitis” y la “encuestitis”, enfermedades que paralizan la posibilidad de consulta ampliada. De modo que, un grupo de “ungidos” empezaban la ingeniería del unitarismo. Especialmente esto se hacía desde Caracas.
Entre estos señores figuraban, de manera visible, abierta, Henry Ramos Allup (Acción Democrática y quien para las elecciones legislativas había llamado a la abstención por supuesta falta de condiciones del CNE; condiciones que no han cambiado por cierto); Julio Borges (Primero Justicia, quien a la postre defendería la postulación como candidato a la Gobernación del estado Bolívar de Rojas Suárez, militar retirado quien participó en el intento de golpe de 1992); Gerardo Blyde, (Un Nuevo Tiempo, partido que su actuación indica que Manuel Rosales es el único candidato que merecía ser apoyado en las elecciones del Zulia); Luis Ignacio Planas (Copei, un partido con menos del 1% de personas manifiestas como simpatizantes del mismo según todos los sondeos de opinión nacional), entre otras personas.
En una posición no tan evidente al principio del año, figuraban Teodoro Petkoff, quien pretende olvidar su corresponsabilidad en la administración Caldera; Alberto Federico Ravell, director de Globovisión, quien luego definiría cuáles candidatos serían “invitados” al canal y cuáles sencillamente no valía la pena, entre otras personas que irían sumándose al conjunto inicial de forjadores de “dedocracia”, al más puro criticado estilo del presidente Chávez.
En todo caso, la provincia podría recibir lineamientos de estos duchos políticos, por demás exitosos luchadores por las reivindicaciones sociales del pueblo venezolano. A fin de cuentas, “el fin justifica los medios”.
Ocurrió en mi estado Anzoátegui que unos diez y nueve precandidatos a la Gobernación, expresaron no estar de acuerdo con imposiciones desde la capital ni tampoco con acuerdos de “cogollos”, estuvieran donde estuvieran.
Bueno, quizás estos cogollos pensarían que eran una especie de “junta directiva” empresarial que no tendrían que rendirle cuentas al personal de su empresa. Nada más lejos de la verdad.
Acompañando al Acuerdo del 23 de Enero, en el estado se reedita una “Coordinadora Democrática”, con la cual se procuraría facilitar los acuerdos en cuanto a mecanismo para seleccionar el candidato unitario, procedimientos, normas, etc.
De hecho, este Grupo contaba entre sus integrantes varios de la extinta Coordinadora Democrática regional, pudiendo mencionar a los señores Chelique Sarabia, Gonzalo Alvarez Bajares y Ovidio González, estos dos últimos ex gobernadores del estado.
Algunos integrantes del G-100 reunidos con Barreto Sira y Gustavo Marcano posterior a la lectura de las encuestas el 16 de agosto. Podríamos decir, era una especie de equipo de facilitación.
También lucían como una Junta Directiva, simplemente, se habían autoseleccionado para tal rol. Ese Grupo de personas (en la política les llaman “personalidades”, aunque no sé realmente qué significado pretenden atribuirle a tal denominación) se mostró muy activo en la promoción de reuniones, muchas de ellas de carácter público.
Con el transcurrir del tiempo, se acordó la escogencia del sistema de encuestas para la selección del candidato unitario que mediría la preferencia del electorado con el candidato del oficialismo.
En esas reuniones acudí como representante con voz y voto en nombre del candidato que yo asesoraba.
Me motivaba, insisto, imprimir técnicas gerenciales para la toma de decisiones políticas, contribuir a unas reglas claras para que el desarrollo de eventos fuera de aceptación total por quienes se postulaban como precandidatos.
Después de varias reuniones interminables, con infinidad de discursos vacíos y repetitivos, se acordó la escogencia de una encuestadora como vinculante en sus resultados por parte de los precandidatos. Es importante destacar que habíamos exigido las siguientes condiciones:
(1) La encuestadora debería realizar el estudio de campo con un cuestionario previamente aprobado por todos los precandidatos.
(2) Los resultados deberían ser auditables, es decir, la encuestadora debería presentar, no solo resultados, sino permitir la revisión de las planillas de campo, en al menos, una muestra equivalente al 7% del universo encuestado.
(3) Los resultados deberían ser entregados en el estado, de manera simultánea a todos los clientes, es decir, los precandidatos.Deberían establecerse claramente cuales condiciones privarían para la selección del candidato unitario, por ejemplo: intención de voto, nivel de rechazo, una combinación de ambas variables, etc.

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